Los desórdenes alimenticios representan trastornos de salud mental que también impactan a la población mayor, siendo que las personas mayores los hayan experimentado durante su juventud y aún no hayan recibido tratamiento.
De este modo, en este artículo se expondrá cuáles son los tipos de trastornos alimenticios que pueden sufrir los adultos mayores.
Tipos de trastornos alimenticios
Algunos trastornos alimenticios suelen manifestarse por primera vez en una edad avanzada, provocados por un acontecimiento angustioso en sus vidas.
Pueden surgir por causa de una preocupación excesiva por el propio aspecto o imagen física, que ha ido evolucionando con el paso de los años. La musculatura se debilita, los huesos se vuelven más vulnerables (lo que puede provocar osteoporosis) y la piel se seca excesivamente, lo que genera la formación de arrugas (incluso puede producirse flacidez).
Estos cambios corporales se manifiestan como complejos que, en última instancia, devastan la autoestima de las personas mayores.
Algunos de los principales tipos de trastornos alimenticios son los siguientes:
Hiporexia
La hiporexia es un trastorno alimentario caracterizado por una pérdida gradual del apetito en los adultos mayores. Afecta predominantemente a personas mayores de 80 años que experimentan sentimientos de soledad, baja autoestima o tienen condiciones de salud comprometidas.
Esta alteración nutricional se manifiesta como pérdida de peso, disminución del apetito y falta de interés por la comida. Esto se debe principalmente a una discapacidad sensorial que afecta su capacidad para saborear y disfrutar las comidas.
Esta condición puede provocar infecciones e incluso desnutrición. Es fundamental que los cuidadores preparen platos visualmente atractivos que estimulen su apetito. Lo ideal es dividir las comidas en porciones más pequeñas, con un mayor aporte calórico y consumirlas con mayor frecuencia a lo largo del día (6 o más veces).
Además, las personas mayores que adoptan este patrón de alimentación también tienden a descuidar sus niveles de hidratación. Esto impacta significativamente en su salud, elevando la presión arterial y la temperatura corporal. En casos graves, puede provocar confusión y deterioro cognitivo. Por lo tanto, es importante animarles constantemente a consumir pequeñas cantidades de agua, garantizando una ingesta diaria de 1,5 litros.
Anorexia nerviosa
El anciano con el trastorno alimenticio de la anorexia nerviosa experimenta una percepción distorsionada de su cuerpo. Cuando se miran al espejo, se perciben más pesados de lo que realmente son. Esta autoimagen negativa les lleva a tomar medidas drásticas para controlar sus hábitos alimentarios.
En este tipo de desórdenes alimenticios se involucran en patrones de alimentación restrictivos que resultan en una pérdida de peso extrema. Esta pérdida de peso poco saludable puede conducir a un estado de desnutrición, influenciado por los estándares de belleza sociales.
La anorexia nerviosa puede convertirse en una condición altamente peligrosa en las personas mayores, evolucionando hacia una enfermedad crónica. Por ello, como cuidadores, es imperativo que brindemos apoyo continuo durante cada comida, monitoreando su comportamiento, observando su estado emocional y velando por su salud mental a través de terapia psicológica.
Además, en estos desórdenes alimenticios es preciso asegurar la adecuada administración de cualquier medicamento necesario.
Bulimia nerviosa
Este trastorno alimenticio guarda un sorprendente parecido con la anorexia nerviosa, con la diferencia de que exhibe una naturaleza sustancialmente más extrema. El individuo de edad avanzada experimenta una profunda insatisfacción con su cuerpo y se esfuerza incansablemente por alcanzar la imagen deseada sin importar las consecuencias.
Las personas mayores que padecen estos desórdenes alimenticios, recurren a purgas o a laxantes después de las comidas para eliminar la mayor parte de los alimentos ingeridos, mostrando un patrón de comportamiento totalmente controlador y, en ocasiones, obsesivo.
Trastorno por atracón
El trastorno alimenticio por atracón presenta una dicotomía completa. La ansiedad desencadena un comportamiento compulsivo de consumir grandes cantidades de alimentos a intervalos irregulares, lo que resulta en un aumento de peso significativo que tiene efectos perjudiciales para la salud general de las personas mayores, debilitando particularmente sus músculos y huesos.
El estado de ansiedad puede provocar sobrepeso o incluso obesidad. La combinación de aumento del apetito y sedentarismo puede dar lugar a esta condición física.
Trastorno por evitación o restricción de la ingesta de alimentos
Este es uno de los desórdenes alimenticios que suele evidenciarse en personas de edad avanzada. En concreto, prevalece entre personas mayores dependientes que han experimentado un deterioro cognitivo significativo, evidente en su comportamiento.
Se niegan por completo a comer, muestran una aversión extrema hacia cualquier forma de sustento y, a menudo, evitan incluso el más mínimo sabor. De hecho, comportamientos como escupir comida o negarse a abrir la boca sirven como acciones deliberadas para prevenir la ingesta de alimentos.
Muchas de estas personas que padecen estos desórdenes alimenticios pueden sufrir problemas dentales que dificultan la masticación adecuada o luchan contra la disfagia, una afección caracterizada por dificultades para tragar los alimentos. En consecuencia, los establecimientos residenciales ofrecen diversos servicios que incluyen odontología, terapia ocupacional, asesoramiento nutricional, logopedia y apoyo psicológico, entre otros.
Estos profesionales trabajan colectivamente para mejorar las capacidades físicas y mentales de las personas mayores, esforzándose en última instancia por optimizar su calidad de vida y preservar su independencia durante el mayor tiempo posible.
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